Más cercano al speed metal, metal neoclásico o lo que sea que toquen Yngwie Malmsteen y compañía; este tema presentado por Robin Fleck destaca por la atención al detalle en cada uno de sus elementos, especialmente la guitarra eléctrica y la batería. La pieza abre con una veloz y punzante melodía distorsionada sobre unos toms que preceden al contrastante primer verso donde únicamente se incluyen unos teclados atmosféricos sobre los cuales la voz aguda y potente nos recuerda que estamos frente a un combo que abreva de lo mejor del metal épico y grandilocuente tan característico de hace casi cuarenta años.
Al arribar al estribillo, nos encontramos con una melodía vocal dramática; casi operística debajo de la cual una intrincada línea de teclado añade un eco casi barroco. Interesantes cambios de tonalidad y un preciso uso del doble pedal en el bombo de la batería, contribuyen al carácter metalero casi excesivo que embona bastante bien con la totalidad de la pieza. Mención aparte merecen los tremendos solos de guitarra y teclados cerca de la mitad de la canción. Se nota aquí la influencia del metal sinfónico y el power metal que tantos adeptos ha acumulado a lo largo de los años gracias a esa gran habilidad instrumental tan llamativa para muchos. El metal no ha muerto.
0 Comentarios