Lo primero que llama la atención es el altísimo volumen de la mezcla, en definitivamente muy acorde a los tiempos modernos donde la guerra de los decibeles se volvió un estándar en las producciones pop. El artista canadiense, que se define como pop alternativo, quizá sufre (al menos a primera escucha) de un defecto que puede o no ser su entera responsabilidad: su timbre y estilo vocal recuerdan demasiado a su ultra famoso paisano Justin Beiber. En mi opinión es una desventaja, sólo el tiempo (y la industria) decidirán si en realidad es una virtud.
El track
está en su totalidad producido en la vena del electro pop de la última década
con una base rítmica que abreva del hip hop, bajo profundo y omnipresente, más
una buena cantidad de pianos eléctricos y sintetizadores. Todo absolutamente
bien logrado, no hay aquí lugar para los errores humanos ni mucho menos la
improvisación. Sin que ello signifique una falta de búsqueda o experimentación,
que la hay; sobre todo en la percusión.
Para fans
del Bieber adulto.
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