Sabroso rockcito retro; tranquilón, melancólico
y melódico. Dejémonos conquistar por esta obra de aires íntimos y muy
personales.
En esta
ocasión estamos frente a un proyecto de autor en toda la extensión de la
palabra, aun y cuando pudiera haber diferentes colaboradores tanto
instrumentales como a nivel producción. Resulta obvio desde la primera escucha
que estamos frente a un proyecto que
abreva de titanes de la composición como un joven David Bowie (particularmente
en la voz), Cat Stevens o incluso Paul Simon.
Instrumentalmente la placa se basa en una guitarra acústica rasgueada sobre la cual se agregan diferentes elementos clásicos como la guitarra eléctrica crunchy que acentúa en ocasiones, hace arreglos discretos y eventualmente explota en un maravilloso solo de gran gusto. Bajo opaco y discreto que junto a la batería, seca y orgánica, construye una plataforma sólida en cada una de las secciones. En cuestión de composición, la melodía es la reina del tema, aunque siempre supeditada a los efectivos ciclos armónicos utilizados por Maye. Como en las mejores piezas, cada elemento busca brindar lo que necesita la canción sin afán protagónico ni complicaciones innecesarias. Enhorabuena, Jordan Maye.
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