Desde el
título, la placa se revela como una detonante para la fiesta, el baile y la
diversión. Y vaya que musicalmente logra su cometido de transmitir esa vibra
alegre casi inocente. Como si se tratara de un Keith Richards americano; Matney
nos presenta un trabajo lleno de ganchos rítmicos y guitarrísticos que atrapan
y no liberan hasta el final.
Por medio de la instrumentación básica del rocanrol clásico guitarra crunchy a octavos en el ritmo, más un solo más cercano a los virtuosos ochenteros y una sección rítmica fiel, sólida y discreta al más puro estilo de los tejanos ZZ top o los australianos AC/DC, la grabación despliega un profundo sentido musical aunado a la marcada influencia de blues en los remates vocales; una irresistible combinación que termina conquistando en su aparente simplicidad y vibra optimista.
Indispensable para tanto para los fans
del rock clásico como para quienes buscan un tema bailable que encienda la
fiesta de inmediato.
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